Muchos conoceréis estos datos, pero para todos aquellos que no, el Nueva Visón es un bar que lleva recibiendo punkis, casi todas las noches de la semana, desde hace más de 30 años. El Nueva Visión está justo enfrente de ¡glück! y su dueño y regente, el Jonhy, vive encima de su bar, tiene dos balcones que a su vez también están enfrente de ¡Glück!, ligeramente a la derecha.
Estoy segura de que el Jonhy ha roto más de un hueso y más de un diente a lo largo de su vida. Es colchonero a muerte, amigo fiel de sus amigos y archienemigo de sus enemigos, huele a bar, es el orgulloso presidente del club de fans de Los Ramones y muchas veces le noto muy resentido con las mujeres. Pero el Jonhy, al igual que yo, se reconcilia con el mundo cada vez que ve a Manuela. Y en esos momentos me doy cuenta de que tiene un corazón que no le cabe es su pechazo de tio de casi dos metros de altura. Es de las pocas personas capaces de hacer que Manuela deje un episodio de Bob Esponja a la mitad para ir a darle un beso y está convencido de que forman parte de algún tipo de club secreto y misterioso y que por eso se entienden tan bien (aunque yo creo que es porque siempre le da algo de comer). Cuando les veo juntos es imposible no ver tamibén a Frankenstein con la niñita rubia recogiendo flores al lado de un lago.
En ¡glück! además, teníamos un banquito que Jonhy nos encontró en alguna basura. Era nuestro segundo banquito, pues el primero que compré y pinté yo misma, se lo llevó una octogenaria sin ningún tipo de reparo. A Jonhy aquello le pareció fatal, y por eso me encontró nuestro segundo banquito, que tenía tanto de cutre como de encantador y que nos venía estupendamente las tardes-noches de verano para tomar el fresco y además quedaba muy bonito en la puerta. Pero una noche lluviosa de otoño cometí el error de olvidar mi banquito en la calle y esa misma noche fue destrozado por un transeúnte alcoholizado. No volví a verlo. Jonhy, una vez más, sensibilizado por tamaña injusticia que me dejaba sin el banquito que tanto disfrutaba su adorada Manuela, volvió a buscar en la basura y esta vez acudió con un taburete, blanco y muy mono aunque necesitado de una pequeña reparación. Y fue a él, a este personaje malasañero que tanto recuerda al monstruo de Mary Shelley, a quien se le ocurrió pintarlo como si fuera una seta, y ¿quien era yo para llevarle la contraria?, además la idea me parecía perfecta. Así pues cogió de nuevo el taburete, lo metió en la guarida de punkis y lo decoró como si fuera un níscalo común como los de los gnomos. -¿Te has fijado? le he dado volumen y todo- me dijo, y es verdad, tiene volumen y todo.
Anoche, justo cuando cerraba me preguntó desde su balcón que qué le había parecido a Manuela la seta, y creo que durmió feliz cuando le contesté que nada más verla gritó: -¡Mira mamá, una seta!- Y se sentó un buen rato bien contenta.
2.10.2011
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Es muy tierno, y el banquito es muy bonito.
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