Estoy tan indignada, que no he podido soportar la tentación de, pese a ser casi la una de la madrugada, aprovechar este espacio que gestiono, para lanzar mi queja, mi grito o mis insultos a aquellos que deban llegar.
Los hechos son los siguientes: Manuela ha estado enferma los últimos días, el domingo y el lunes tuvo fiebre y como el martes mejoró, preferí no llevarla al médico y seguir con la rutina de enfermedades infantiles a las que empiezo a acostumbarme. Pero hoy a ido a la guardería y por la tarde volvía a tener fiebre. No soy ni mucho menos una de esas madres primerizas hipocondríacas que piensa que en cada esquina se encuentra una enfermedad chunga, pero obviamente me preocupa que mi hija de dos años vuelva a tener fiebre de forma repentina. No tuvimos tiempo de llevarla al pediatra, pues cierran las consultas antes de lo que esperábamos (a las 6 de la tarde ni más ni menos) y el médico de familia se negó a mirar a una niña, pues, según palabras textuales "él no era médico ni de niños ni de viejos". Así pues, decidimos llevarla a Urgencias.
Resulta paradógico que, pese a vivir a 10 minutos dando un paseo del Hospital Clínico y de la Fundación Jiménez Díaz, el hospital que nos corresponde sea el del niño Jesús, a no sé cuantos minutos andando pero sí sé que a 15 euros de taxi.
Allí fuimos. A Manuela le subía la fiebre y no paraba de llorar.
Nada más llegar el panorama no podía ser más desolador... unos 40 o 50 niños esperando, tosiendo, jugando, cenando... la mayoría no pasaba de los 4 años y ahí estaban todos, esperando pacientes a ser atendidos, y a esa vorágine de enfermitos nos sumamos nosotros.
Llegamos a las 9,30 de la noche, a las 11,30 estaban entrando los niños que habían llegado a las 7,15. Y la perspectiva no podía ser más desesperante, "sí, quizá a la una pueda entrar usted, señora"... y Manuela llorosa apoyaba su cabezita sudorosa efecto del apiretal.
No se puede tener a un niño de 2, 3, 4 u 11 años esperando 4 horas a ser atendido. Sencillamente no se puede, es inhumano, y es algo que una ciudad como Madrid, pese a su crisis y pese a toda esa mierda, no puede permitir.
A las doce y media nos fuimos, obviamente sin ser atendidos, sin un gramo más de paciencia, con cara de tontos, sin saber si Manuela tenía fiebre porque tiene una gripe mal curada o por una irritación bestial en el culito, sin saber si la tos se le ha pasado al pecho, sin tener muy claro que es lo más conveniente que podemos hacer, con mucha indignación y con muchísima rabia.
Y estas cosas, me hacen preguntar si Madrid desprecia a sus niños, estas y otras como esa sensación como de haber acertado una quiniela que se te queda cuando has conseguido una plaza en una guardería pública; claro que no puede ser menos, pues, para el que no lo sepa, toda la zona centro de Madrid cuenta con 3 únicas guarderías públicas, guarderías que por otro lado les han obligado a reducir todos sus fondos para becas, comedores, y demás ayudas.
Sí, ya sé que ¡glück! es un espacio que destaca todo aquello relacionado con las cosas bonitas, los videos amorosos, la cultura solidaria y sostenible y los niños con suerte, pero necesito publicar esto, hacer esta queja lo más alto posible aunque sea todo lo contrario a lo que enardece el espíritu ¡glück!.