Ilustración de Aníbal Hernández
Me plantearon el otro día así a bote
pronto esta pregunta, y la primera e instintiva respuesta es: sí,
claro que lo hay. Sólo date un paseo por un gran almacén en
Navidad, o en la vuelta al cole. Niños a un lado, con sus
superhéroes, su fuerza, su lucha, niñas al otro, dulces,
cocinando, pintándose, peinándose, con sus princesitas y sus
Monster High, divinas de la muerte... pero, al seguir dándole
vueltas al tema, me pregunto si ¿que existan juguetes de acción con
niños fotografiados en sus cajas y muñecas con niñas en las suyas,
es el único significado del sexismo?, o ¿no es más que una
clasificación al target real por parte de los fabricantes? Está
claro que también existen un amplio campo de juguetes neutros;
trabajo a diario con catálogos de distribuidores de juguetes, y la
gran mayoría de estos tienden a la neutralidad, pero también tengo
una hija de 4 años a la que le encanta de forma natural jugar a las
princesas y el rosa, el morado y los brillos sobre ninguna otra cosa,
¿ese interés es porque vive demasiado influenciada por una sociedad
sexista o por sus intereses personales?. ¿Qué influencia tiene
sobre los niños, y sobre la sociedad que les dejamos en herencia,
este tipo de estigmatizaciones en sus juegos?, ¿hay algo que podamos
hacer para trabajar en la igualdad sin cohartarles sus instintos y
gustos primarios?....
Creo que el tema entraña un amplio
espectro de grises.
“Tanto los niños como las niñas
poseen diferencias psicológicas y biológicas asociadas a su género
(por ejemplo, la testosterona predispone a juegos de acción). Eso,
sumado al modelaje cultural y social y las identificaciones con los
progenitores del mismo sexo, contribuye a que los intereses de niños
y niñas suelan ser diferentes. Sin embargo, esos intereses van a ser
muy amplios y aunque un chaval quizá pase más tiempo jugando con
palos o espadas, puede disfrutar perfectamente del cuidado y
alimentación de un bebé. ”. Afirma Violeta Alcocer, psicóloga
infantil, escritora y directora de “aula de familia”, donde
ofrecen asesoramiento privado a familias, parejas y grupos.
Hay algo que desde hace tiempo me
viene llamando la atención, es común ver entrar en ¡glück!
(tienda que regento y dirijo) a padres modernos con bebés niñas,
que vienen buscando ropa o juguetes no asociados a lo que
tradicionalmente se asocia a las niñas. Nada rosa ni morado, porque
ellos no quieren entrar en esos tópicos. En cambio, cuando el mismo
tipo de padres entra a la tienda, pero lo que tienen es un bebé
niño, aún sin querer entrar en tópicos, no le compran nada rosa,
ni ningún objeto y juguete que se pueda asociar fácilmente a lo
femenino, porque eso es de niñas. Esto es algo que se repite. Hemos
superado el machismo que obliga a las mujeres a hacer las tareas
típicamente femeninas pero en un entorno y contexto masculino. Las
mujeres que quieren igualarse tienen que masculinizarse. Leyendo un
artículo en el blog de la gran Diana Aller, encontré en sus
palabras, algo que suele ocurrirme cuando la leo, una edintificación
total. “Tras la falsa
consecución de la igualdad, el terreno que ha quedado
a las niñas de hoy y mujeres de mañana es acaso más duro y
doblemente sexista:
Ahora, además de tener que ocuparse de las tareas más penosas e indignas y del cuidado de los demás; además de responsabilizarse de la cohesión familiar y las emociones de su entorno; además de tener que resultar atractivas sexualmente conforme a un canon rígido e imposible; además de ser voraces consumidoras; además incluso de ser cualificadas profesionales, madres displicentes y calculadoras; las mujeres tendrán que aportar dinero, estar depiladas, ser ocurrentes, despiertas y "estar en el mundo". Estar en el mundo significa en el mundo conocido, en apariencia neutro, pero de facto masculino: empresas, economía, alta cocina, fútbol...
Cosas como la maternidad, el color rosa, los abrazos, los lacitos, las mariposas, las dietas... son motivo de mofa, culpa y falta de rigor.” Decido llamar a Diana y preguntarle sobre su visión, como filósofa, madre, feminista, dj, guionista... sobre la existencia del sexismo en los juguetes: “Somos los adultos los que calificamos, mostramos y enseñamos unas actitudes sexistas. En los juguetes educativos, siguen prevaleciendo los varones como modelo; en los de belleza o tareas del hogar aparecen exclusivamente niñas (en una actitud pasiva); y en los superhéroes sólo niños que representan fuerza y violencia. “
Ahora, además de tener que ocuparse de las tareas más penosas e indignas y del cuidado de los demás; además de responsabilizarse de la cohesión familiar y las emociones de su entorno; además de tener que resultar atractivas sexualmente conforme a un canon rígido e imposible; además de ser voraces consumidoras; además incluso de ser cualificadas profesionales, madres displicentes y calculadoras; las mujeres tendrán que aportar dinero, estar depiladas, ser ocurrentes, despiertas y "estar en el mundo". Estar en el mundo significa en el mundo conocido, en apariencia neutro, pero de facto masculino: empresas, economía, alta cocina, fútbol...
Cosas como la maternidad, el color rosa, los abrazos, los lacitos, las mariposas, las dietas... son motivo de mofa, culpa y falta de rigor.” Decido llamar a Diana y preguntarle sobre su visión, como filósofa, madre, feminista, dj, guionista... sobre la existencia del sexismo en los juguetes: “Somos los adultos los que calificamos, mostramos y enseñamos unas actitudes sexistas. En los juguetes educativos, siguen prevaleciendo los varones como modelo; en los de belleza o tareas del hogar aparecen exclusivamente niñas (en una actitud pasiva); y en los superhéroes sólo niños que representan fuerza y violencia. “
Así pues, ¿qué hacer?, parece que
el problema no es tanto los juguetes como sus cajas... según Violeta
Alcocer, “un juguete en sí mismo puede ser más o menos neutro,
pero no creo que haya que buscar la neutralidad a toda costa, sino
más bien proporcionarles a nuestros hijos los juguetes que puedan
cumplir la función que ellos necesitan a cada momento. De hecho, lo
ideal es que sea el propio niño quien escoja su juguete”. Carla
Merino, publicista de Ogilvy y madre de un niño y una niña, va más
allá “creo que la única educación efectiva para los
niños es el ejemplo, lo demás para mi gusto, roza lo neurótico y
la ideologización majadera”. Para
Diana, “el juguete, bien sea un superhéroe o una
muñequita rosa, puede luchar, peinarse, fregar... la imaginación, y
más la de los niños, no tiene límites. Debemos aprovecharnos de
ello, para ofrecer un mundo, justo, amable, integrador y lleno de
posibilidades”.
Sacando
mis propias conclusiones, creo firmemente en que somos los padres
quienes tenemos que educar a nuestros hijos, pero es el conjunto de
la sociedad, quienes tenemos que ser conscientes de que cada acción
y cada decisión es entendida por un niño, sea o no nuestro, y por
ello tenemos una responsabilidad ejemplificante. Niños y niñas no
son iguales, de la misma manera que dos individuos del mismo sexo
tampoco lo son, pero su opciones de juego deben ser las mismas, que
sean ellos quienes asocien, quienes decidan, quienes imaginen... sólo
así, sus opciones en la vida serán también igualitarias y justas.
Ardua tarea, lo sé, pero hacia algún lado hay que ir, ¿no?.
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